¡Oh, luz divina!, que alumbra
el ocaso de mi vida
y que revive, en mi alma,
una etapa ya perdida,
que iluminó mi camino,
para seguir un sendero,
lleno de paz, de ventura
y de un amor verdadero.
Son recuerdos, que no mueren
y nuestro andar gratifican.
Son retazos, de un pasado,
felices, que nos indican:
la hora, el día, el minuto,
de esa, tan dulce, vivencia,
que se aferró a nuestro ego,
a nuestra propia conciencia,
con tanta fuerza, que pudo
revivirla en nuestra mente,
con claridad, sin esfuerzo,
con detalle, plenamente.
Se nos antoja el futuro,
corto, lleno de esperanza
y, queriendo, lo orillamos,
creyendo que la entereza,
no la alcanzaremos ya.
El tiempo, nos aconseja
que miremos hacia atrás,
porque el recuerdo nos deja,
si es feliz y si es hermoso,
pletóricos de alegría
y, eso, nos hace avanzar,
con ilusión, día tras día
y quisiéramos borrar,
lo que atormentó el pasado,
no volver a recordarlo,
que, en un pozo, sea enterrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario