La tierra, el cielo, el mar,
me subyugan, ampliamente
y me colapsan la mente,
cuando empiezo a cavilar,
sobre el misterio insondable,
que envuelve tanta belleza.
La propia naturaleza,
unas veces, entrañable
y, otras, inquieta, furiosa,
cuando las olas se agitan
o si las nubes vomitan
una lluvia, escandalosa,
que rompe un cielo, raso.
O la tierra, al trepidar,
se complace en derribar,
cuanto encuentra a su paso.
La espectacularidad,
en todo y cualquier momento,
estrepitoso, o lento,,
muestran la Divinidad,
de ese Ser, que nos ha dado,
ese misterio, escondido,
que enerva cualquier sentido,
en uno, u otro estado.
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