Maldigo mi nacimiento.
No debía de haber nacido,
ni crecer, como he crecido,
entre lamento y lamento.
Y, como yo no elegí,
nacer, o no haber nacido,
culpo a quien ha consentido
que exista. ¡Triste de mí!
Si, débil mi cuerpo está,
más débil está mi alma,
que anda buscando la calma,
sin saber a dónde va.
La miseria, la tristeza,
me persiguen, por doquier,
y no sé que debo hacer,
para paliar mi pobreza.
Me consumo, día, a día,
y mi peso voy perdiendo.
Yo creo, que me estoy muriendo
y es lo que, a Dios, le pedía.
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