Se nos escapa la vida,
lenta, silenciosamente,
depende, primordialmente,
que. a ella, estemos asida,
por firmes, o endebles, lazos,
que nuestra salud cuestionan
y, a nuestro cuerpo, presionan,
con sus, llamemos, abrazos.
Ya, nuestro llanto, al nacer,
un presagio, nos parece,
de ese sino, que te ofrece,
tu vida, al amanecer.
Se está, pendiente de un hilo,
desde el día que nacimos
y, con zozobra, vivimos,
con nuestras almas, en vilo.
Nuestra marcha, al Más Allá,
todos, la desconocemos
y, hasta el final, no sabemos,
si nuestro cuerpo se va.
No es patrimonio de edad,
si eres niño, o eres mayor,
su desabrido sabor,
se apoya en la enfermedad.
Sin embargo, es natural,
que el que más haya vivido,
sea, primero, el elegido,
hacia el trayecto final.
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