Que estás enfermo, lo sé,
y no quieres admitirlo.
¿Por qué te cuesta decirlo
si todo el mundo lo ve?
¿Vergüenza, acaso, te dé
de admitir tu enfermedad,
aun sabiendo que es verdad?
Creo que estás equivocado,
ya que no es ningún pecado;
simplemente, es realidad
que, en principio, hay que admitir,
para después proceder
a hacer lo que se ha de hacer
para poderla extinguir
cuanto antes y seguir
prescripción facultativa
que es, en definitiva,
lo que puede acabar
con tu dolencia y sanar
tu enfermedad destructiva.
Juanita Orellana,Barcelona,1990.
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