Las olas acariciaban
mi cuerpo, tan suavemente,
que casi adormilaban
mis sentidos y mi mente.
Me ausenté del exterior
y la calma me embriagó,
solo vi a mi alrededor
el mar, que me embelesó.
Me sentía en su inmensidad
como un granito de arena
y su majestuosidad
no me dejaron ajena.
a esa beldad radiante
que envolvía mi alrededor.
Gracias di en ese instante,
con fuerza, al Sumo Hacedor.
Juanita Orellana,La Rábita,1990.
No hay comentarios:
Publicar un comentario