En el porche, guarnecida,
pude observar tu figura,
altamente entristecida,
con un rictus de amargura.
Te vi inseguro, jadeante,,
creí que te desplomabas
al suelo, por un instante.
¡Tan inseguro avanzabas!
Angustiada, comprendí
que la causante yo era
de tu estado y corrí,
como una loca, a tu vera.
A tu cuello me abracé
y tu cara, suavemente,
largamente, acaricié,
mirándonos frente a frente.
Tu rostro se iluminó
y en la boca me besaste.
Así fue como acabó
tu enfado y me perdonaste.
Juanita Orellana,Barcelona,1979.
No hay comentarios:
Publicar un comentario